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La chica de las gafas de pasta y el blog que no quería serlo

Entrevista a Daniel Gascón

Daniel Gascón (Zaragoza, 1981), es guionista, traductor y, sobre todo, narrador. Ha publicado “La edad del pavo” y “El fumador pasivo”. A punto de finalizar el guión de su primer largo, encara la redacción de de su primera novela y traduce del inglés una biografía de Anton Chéjov.]

¿Cuál de sus lecturas de juventud recuerda más vivamente?

Probablemente “El Guardián entre el centeno” de J. D. Salinger. La leí en Urrea de Gaén, una tarde en la que estaba enfermo, con fiebre. A veces, si te acuerdas cómo y dónde has leído un libro es porque te ha marcado mucho.

¿Qué otras lecturas previas a su debut en la escritura le marcaron?

En mi casa había una biblioteca muy heterogénea, y nadie me presionaba para leyera unos autores u otros. Leí a Stevenson, y a Kipling, y también a García Márquez. Más tarde leí, aunque sin entenderlo mucho, a Borges.

En 2001, con 20 años, publicó “La Edad del Pavo” en Xordica. ¿Fue difícil el camino hasta allí?

La verdad es que no sé si fue por suerte, porque ya conocía a Chusé Raúl Usón, el editor, o porque realmente el manuscrito era muy bueno (risas), pero decidieron apostar por él desde el principio.

¿Y cómo se gestaron esos relatos? 

Me apetecía mucho publicar, y revisando mis textos encontré en ellos una línea común en la adolescencia y el humor. Además, todos los protagonistas se parecían un poco a mí, así que escribí algunos relatos más y lo completé. “La edad del pavo” es casi contemporánea a lo vivido, y ese es, probablemente, su rasgo más característico.

En su siguiente libro, “EL fumador pasivo”, continúa con los relatos pero la temática cambia ligeramente. ¿Quería abrirse a otros públicos?

No escribo únicamente para jóvenes, aunque en “La edad del pavo” el hilo conductor fuera la adolescencia. Sin embargo, creo que contando la verdad individual, lo que me pasa, puedo llegar a una verdad universal, a algo que, tarde o temprano, le sucede a todo el mundo, como las historias de amor.

Podría decirse que da ese salto a un mundo más adulto, pero sin alejarse de los personajes parecidos a usted...

Sí, he evolucionado en la manera de mirar el mundo, antes era más rebelde. Pero es la literatura la que ayuda a comprender a los demás.

Tiene sólo 25 años y ya ha publicado dos libros. ¿Cuáles son sus proyectos de futuro?

Estoy terminando un guión para un largo con Jonás-Groucho. Es una película de corte francés y amores adolescentes, que dirigirá Jonás Trueba y se estrenará el próximo año. 

¿Se siente cómodo en el guión?

En cierto modo sí. Mi escritura es poco retórica y descriptiva. Podría decirse entonces que es cinematográfica, pero un guión nunca es un producto finalizado. Hay que marcar todos los detalles, hasta el color de las sillas, y eso me incomoda bastante a la hora de escribir. Jonás y yo somos amigos desde hace tiempo, y eso desde luego facilita el trabajo, aunque sigo prefiriendo la soledad a la hora de escribir.

¿Tiene algún otro proyecto en el tintero? 

Sí, sí. Vivir de la escritura únicamente no es fácil, y hay que complementarlo con otros trabajos. Me han encargado la traducción del inglés de una biografía de Anton Chéjov, y aprovechando el contexto estoy releyendo sus obras y las de otros autores como Nabokov.

¿Cómo llegó a la traducción?

Por mis estudios, y por los contactos con la gente de las editoriales, me ofrecieron la biografía de Chèjov. La traducción literaria está peor pagada, pero me daría cargo de conciencia equivocarme en un manual de automoción o mecánica y que alguien, por ejemplo, tuviese un accidente (risas).

¿Disfruta con esta labor?

Sí, desde luego. La traducción tiene las ventajas de la escritura, porque puedes jugar con las palabras, y no tiene el problema fundamental, que es responsabilizarse de la autoría. Yo prefiero ser fiel al texto original, aunque para eso tenga que sacrificar un estilo más elegante en español. Si no existiera la traducción no existiría la cultura.

¿Dónde se ve dentro de diez años?Me veo escribiendo, o eso espero (risas) y sin duda en una ciudad grande. Necesito esa intimidad que da vivir entre más de medio millón de habitantes. La gente, en los pueblos pequeños, va en coche de un lado a otro por no saludarse, y ciudades como Madrid o Zaragoza te confieren esa soledad entre tanta gente. 

1 comentario

Anónimo -

ME ENCAAAAAAAAAAAAAAAANTA